El colapso de las expectativas sobre la ciencia y la técnica
Esta han coincidido dos eventos relacionados: por un lado, hemos conocido cuál es la visión de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo para el año 2050 y, por el otro, haciendo limpieza de libros que ya nunca leeré, he tropezado con Reportaje desde el siglo XXI, de Vasilíev y Gúschev, que compré en junio del 95 según mi ex-libris de entonces, que había sido editado por Alianza editorial en 1971 a partir del original ruso de, se conoce, 1959.
Dice el preámbulo:
Este libro se refiere al presente y al futuro de la ciencia y de la técnica soviéticas. No se trata de un relato de ciencia ficción.
El libro que tienen ustedes en sus manos es un reportaje y, al mismo tiempo, una obra de carácter científico. Contiene pronósticos científicos exactos sobre el desarrollo de diferentes ramas de la ciencia y de la técnica en el futuro, todo ello relatado en forma de crónica periodística.
Queremos que a través de nuestro libro, aunque solo esa en lo que dura su lectura, imaginen ustedes el comienzo del hermoso futuro.
En el reportaje intervienen grandes sabios rusos que han dado ya una base sólida a sus audaces previsiones sobre el siglo XXI.
No lo he encontrado en línea, aunque sí he visto un resumen de su edición en inglés de 1961 (aquí) que recomiendo encarecidamente.
Lo más significativo de su lectura comparada es el colapso de las expectativas creadas alrededor de la ciencia y la técnica. Por citar un ejemplo:
- Para 2000: tendremos energía infinita (gracias, entre otras tecnologías, a la fusión nuclear).
- Para 2050: ojalá tengamos agua y, de todos modos, hay que reducir su consumo entre el 5 y el 15%.
Y un muy relevante y largo etcétera.
En el documento España 2050 existen muchas referencias a la ciencia y la tecnología, pero cuesta encontrar referencias concretas a sus posibles beneficios: apenas una vaga mención a que son necesarias para que la economía española sea internacionalmente competitiva. Casi todas las referencias están relacionadas con la dimensión correspondiente al gasto y la inversión: hay que invertir más, hay que enseñarla más, mejor y con mayor persepectiva de género, etc. Como si la ciencia y la tecnología fuesen un dios vengativo al que ofrecer sacrificios materiales sin esperar de él favor alguno; para, simplemente, evitar su furia inespecífica.
Podrían haberse leído en el documento cosas tales como que en 2050 se reciclará la práctica totalidad de los residuos urbanos descargando a la ciudadanía del trabajo de separarlos porque la ciencia y la tecnología proveerán mecanismos de selección automática de residuos. ¡No es tanto pedir y esperar! Podría haberse leído que para 2050 podrían estar en marcha las primeras centrales de fusión nuclear —sí, esas cuyo desarrollo llevamos años sufragando—, pero parece que van a seguir siendo un sumidero de talento y fondos sin perspectivas de éxito.
Podría, en definitiva, haberse preguntado a unos cuantos de aquellos que se manifestaban bajo el lema Sin ciencia no hay futuro qué beneficios le cabe esperar obtener a la sociedad del 2050 de aquello que quiera que estén desarrollando hoy en día en sus laboratorios y haberlo añadido al documento. ¿No es altamente significativo que no se hiciese?