Sexo-género vs cuerpo-alma

Soy muy ignorante acerca del debate sobre la dualidad sexo-género y los argumentos e intenciones de tirios y troyanos en él. Pero anoche me entretuve en escuchar —sin prestar mucha atención— una conferencia sobre el asunto durante la cual y en una breve digresión, el ponente mencionó de pasada la antigua dualidad cuerpo-alma.

Simplificando mucho, hubo una época en que cierta gente se entendió que existían dos mundos paralelos y prácticamente (o problemáticamente) inconexos, el de las ideas y el de las cosas, que la conciencia habitaba en uno de ellos, el cuerpo en el otro, etc.

Lo que hemos aprendido desde entonces es que las relaciones entre cuerpo y conciencia son importantes y complejas. Fuera del mundo del pensamiento puro, esta interrelación se aprecia agudamente en el mundo de la robótica: allí toca interconectar explícitamente hardware y software y uno de los problemas más complejos que se plantean es el de la delimitación de los propios límites físicos (p.e., para que el robot no choque con otros objetos). Se dice que el software, que en cierto modo es pensamiento puro, no tiene alma; sin embargo, el verdadero problema es que no tiene cuerpo.

El binomio sexo-género, por lo que me cuentan, parece que rescata aquella antigua dualidad equiparando primero el género al alma y el sexo al cuerpo y repostulando después la irreductibilidad de los términos. De lo que se siguen después toda suerte de corolarios de lo más variopinto.

Llegado a este punto y por no dilapidar más el tiempo del lector, déjeseme citar a Marx:

La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa.