Hobbes sobre la moralización y la resolución de disputas

El otro día participé en un breve debate sobre una de las consecuencias del proceso de moralización donde resonaban ecos de un asunto que ya traté hace unos meses.

Por referencia y por tenerlo a mano, me he permitido pues rescatar y traducir un párrafo de Joseph Heath (de su libro sobre los principios filosóficos del cambio climático):

Se suele dar por bueno que la pluralidad de valores representa un obstáculo sustancial para el desarrollo de las políticas públicas y que, por tanto, la manera de proceder es determinar quién está en lo cierto y quién está equivocado. La aparición del liberalismo en los principios de la era moderna está basada en el rechazo a dicho planteamiento. En el Leviatán, Thomas Hobbes rompió con la tradición de la filosofía política occidental al rechazar la discusión sobre lo bueno, argumentando que es esencialmente irresoluble (“aquello que sea el objeto del apetito o deseo de un hombre; eso es lo que él o los suyos llamarán bueno”). Hobbes observó que, a pesar de las disputas que puedan surgir entre ellos, los individuos se benefician de las relaciones de cooperación con los demás. De esta manera, Hobbes estableció una serie de principios para la organización de la sociedad civil que no cuestionan lo que cada individuo considera bueno. Su objetivo era el de desarrollar principios que pudieran guiar las políticas públicas a pesar del desacuerdo acerca de las cuestiones relativas a lo que es bueno.