Intuiciones morales: una advertencia

Hoy he tenido una discusión sobre las intuiciones morales como fundamento de un comportamiento moral. El argumento ofrecido (por los otros) es simple: todos tenemos intuiciones sobre lo que es correcto y lo que no y nuestro comportamiento moral debería estar basado ya sea en ellas directamente o indirectamente a través de principios éticos construidos por interpolación.

Me parece relevante dejar aquí escritos una serie de contraargumentos al respecto. En primer lugar, las intuiciones morales tienen mucho más de fisiológico que de racional. Hay un mecanismo físico —¿hormonal?— que se activa en presencia de aquellas —¿todas? ¿solo algunas? ¿dependiendo del contexto?— coyunturas que solicitan un juicio moral: frecuentemente sentimos algo en el estómago, se nos humedecen los ojos, etc.

Podría seguir argumentando alrededor de lo deslizante que se vuelve el terreno cuando uno quiere construir un sistema moral alrededor de puras mecanismos endocrinas. Pero quiero centrarme en únicamente, un aspecto.

El ser humano, como indico arriba, está dotado de un mecanismo físico, fisiológico, interpretable como respuesta moral a cierto tipo de reflejos de la realidad circundante tal cual los perciben los sentidos. Podíamos pensar en esa función como en un sensor abierto al exterior, difícil de desconectar absolutamente, siempre en modo on.

Es como un servidor que deja abierto el puerto 22, el del servicio SSH, al exterior. Es útil en tanto que permite acceder a ese servidor desde terceras máquinas. Pero a la vez, peligroso: es probable que sufra muchos ataques, quién sabe si alguno de ellos exitoso si no se protege adecuadamente.

Los seres humanos, en la analogía del servidor, tenemos abierto el puerto de las intuiciones morales al exterior. Y, sin duda, ese servicio sufre ataques constantes: el yonqui de la estación no te pide dos euros para comprar un pico de heroína sino para ir a visitar a la madre enferma en Toledo. Y de ahí, para arriba.

No tengo claro si las intuiciones morales tienen una utilidad neta positiva. Son útiles en ciertos contextos pero dañinas en otros. Darles la preeminencia que no merecen en la construcción de un sistema moral digno de tal nombre abre la puerta a todo tipo de comportamiento contrario al de la supervivencia de los sujetos y de los círculos en los que se inserta.