Ciencias empíricas: una potencial deriva peligrosa
Hace un tiempo, escuché una conferencia de uno de los más conocidos y reconocidos economistas españoles en Youtube y habrá de perdonárseme ahora la pereza por ubicar en enlace. Lo relevante de la charla versaba sobre lo que me llevó a ella, el tratamiento —¿neotratamiento?— de la causalidad dentro de dicha disciplina. Pero lo relevante para la entrada de hoy fue el llamamiento a convertir la economía en una ciencia empírica.
El argumento era simple y sólido: hoy en día, los economistas tienen acceso a más datos de todo tipo y pueden —¿deben?— olvidar recetas teóricas –¿ideológicas?— para explorar directamente los fenómenos. En esta entrada, sin estar en desacuerdo con el economista en cuestión, quiero advertir un peligro potencial en esa deriva empírica. Pero antes, es preciso hacer una pequeña digresión en que voy a explicitar brevemente y por motivos meramente pragmáticos una teoría de la ciencia que no comparto plenamente pero que será útil dar por buena en lo que sigue.
Existen viejas teorías del conocimiento que lo tratan como una adecuación de las ideas a la realidad. Nuestros procesos mentales son solo un instrumento para nuestra supervivencia, luego las ideas que pueblan nuestro cerebro tienen que corresponderse con la realidad externa o acabaremos comidos por un oso. Análogamente, las ciencias tendrían una función análoga en las sociedades humanas a las del intelecto en los sujetos y el adecuacionismo obligaría a que el corpus de cada ciencia reflejase la realidad subyacente en su campo de estudio.
Muy esquemáticamente, implícitamnete, según el autor, la economía tradicional vendría a ser una ciencia de sofá que razona a partir de postulados, teoremas y principios establecidos en una pizarra y construye predicciones y realiza recomendaciones a partir de ellos. Pero según el autor, habría que arrumbar esa manera de proceder y estudiar los fenómenos mismos, ahora que los datos nos los revelan.
Hay que tener presente que, de nuevo, de manera muy esquemática, hay disciplinas (¿ciencias?) que podrían llamarse normativas (¿predictivas?) y otras son puramente descriptivas (¿empíricas?). Las primeras dicen: si haces esto ocurrirá aquello; las segundas: pasó esto y constaté aquello. Por fijar ideas, entre las primeras se encuentran la termodinámica, la química inorgánica, incluso la economía no empírica, etc. Entre las segundas, la economía conductual, grandes áreas de la sicología (la parte que Paul Meehl calificaba de soft), el deep learning, etc.
De acuerdo con esta clasificación tan cruda, las disciplinas catalogadas como empíricas estarían en una fase inicial, adolescente y adolecente, a la espera de una teoría cabal que hile y ordene la barahúnda fenomenológica y permita realizar predicciones razonables.
Y uno puede preguntarse: ¿cuál podría ser la forma de la nueva economía empírica? ¿A dónde querría apuntar el conferenciante? El principio de caridad nos induciría a pensar que lo que busca es construir un nuevo entramando teórico más sólidamente construido sobre lo que los datos y los fenómenos nos enseñan que mejore y refine el actualmente existente. En cuyo caso, lo único objetable habría sido su manera, confusa, de expresar la idea.
Pero no faltará quien recoja la expresión literalmente y piense en los siguientes términos:
Sería muy conveniente para la profesión de economista y el entramado institucional de la economía misma que se diese por buena una perspectiva empírica de la disciplina en tanto que, por un lado, nos permitiría esquivar cuestiones enojosas: si un político nos preguntase qué podría llegar de implementarse tal medida, podríamos contestar simplemente: “Haga Vd. lo que crea conveniente, nosotros solo estamos aquí para medir los resultados”. Por otro lado, abriría la espita de un depósito enorme de material apto para publicación, el combustible para el avance de las carreras profesionales institucionalizadas tal cual se entienden hoy.
Así pues, entendida la expresión en los términos en que quiero penar que fueron formulados, me parece una observación contra la que no albergo otra objeción que la de su obviedad: es no otra cosa que business as usual científico. Desde la no caritativa, no obstante, las tengo casi todas.