¿A quién beneficia realmente la regulación de la IA?

No merece abundar en la importancia actual y futura de la IA. No merece tampoco la pena hacer mención a la evidencia de que muchos dicen estar asustados por ella y que existen amplios movimientos abogando ya sea por su regulación. Además, en muchos casos, exigiendo una de esas regulaciones asimilables a la estrangulación.

Pero, ¿quiénes serían los máximos beneficiarios de un tal estado de las cosas? Evidentemente, los grandes actores: Google, Amazon, Microsoft y algunos otros pocos más.

Nótese cómo los avances más notables —o, si se prefiere, más conocidos— de la IA han venido de la mano de pequeños actores (o startups) como OpenAI o Midjourney. Nótese también cómo estas pequeñas compañías han socavado (al menos, potencialmente) los negocios asentados de algunos de los grandes actores, como el de las búsquedas de Google.

Y esos son solo los directamente perjudicados. Indirectamente, también lo son otros actores establecidos cuyo negocio, descrito en términos abstractos, se reduce a manipular información textual: bufetes de abogados, universidades, etc.

La petición de una regulación —como se la prevé– asfixiante para la IA es indistinguible de una práctica anticompetitiva y muchos de los que la defienden no dejan de ser los tontos útiles de cuatro avispados.

Coda

Parecido pero en inglés, aquí.