Más sobre el terraplanismo
Hay cosas que están en escala humana. Para entender las cosas en escala humana no hace falta sino un poquitín de sentido común. No tienen mucho misterio.
Las ciencias estudian objetos y fenómenos que no están en escala humana: bacterias, planetas, sociedades, etc. Lo hacen creando herramientas y dispositivos que reescalan esos fenómenos a nuestra propia medida. El bosón de Higgs es minúsculo, pero para probar su existencia se hizo pública esta imagen:
El bosón de Higgs existe porque sobre la figura ha parecido una gráfica con un valle de unos cuantos centímetros de profundidad, enteramente dentro de la escala de nuestra visión. No podemos ver el bosón directamente, pero sí la gráfica. Pero, claro, el bosón y la gráfica no son la misma cosa: la gráfica está mediada por innumerables teorías, dispositivos, personas, etc. Creer que el bosón de Higgs existe implica creer en muchas cosas: véase por ejemplo, la historia de los neutrinos que viajaban más rápido que la luz aquí.
Se dice que los terraplanistas son irracionales. Yo no conozco ninguno personalmente, pero muchos de los que he escuchado hablar parecen individuos sensatos cuando discuten temas de escala humana: tienen éxito en el trabajo, cuidan de sus familias, hacen inversiones sensatas, manejan negocios, etc. Y, en escala humana, la tierra es perfectamente plana. Más propio sería decir pues que los terraplanistas son hiperdesconfiados.
La definición fenomenológica de terraplanista es la de aquel que sostiene que la tierra es plana. Pero tal vez haría más justicia y nos ayudaría a comprender mejor el fenómeno pensando que terraplanista es aquel que cree lo que ve y desconfía de lo que le cuentan. Así las cosas, el terraplanismo es una enfermedad epistemológia ambivalente: por un lado sitúa al afectado en una situación precaria con respecto al conocimiento —¿es necesario demostrarlo todo, todo, todo personalmente?, ¿merece la pena invertir tiempo en examinar, si no todas, al menos las cuestiones más importantes de la vida en profundidad?— pero albergo sospecha de que puede tener también una dimensión positiva.
No sé si existen estudios al respecto, pero apostaría a que los terraplanistas son menos proclives que la población general a dejarse arrastrar por los cánticos de sirena. Porque no es solo la ciencia la que nos ofrece resultados muchas veces contradictorios con la experiencia humana directa. Hay muchos otros agentes interesados que nos intentan convencer en su propio beneficio de que la hierba es azul, el cielo es verde y que lo que los sentidos —el común, sobre todo— nos engaña. Si dar por bueno que la tierra es plana es simplemente un epifenómeno algo ridículo de cierto tipo de vacuna epistemológica contra la charlatanería, el pinchazo puede salir a cuenta —a pesar, obviamente, de que los hay mejores—.