Incentivos

¿Cambiarán los incentivos en Twitter?

Dizque las redes sociales tienen éxito por su caracter adictivo: se ha escrito mucho al respecto y no merece la pena abundar en ello. Las redes sociales, además, son muy democráticas: un click, un voto; tanto da el de Agamenón como el de su porquero. El click —o la impresión, para el caso—, además, está sumamente devaluado por dos motivos: que hay muchos y que la tecnología no es capaz de discriminar satisfactoriamente; de hecho, la tecnología es prácticamente incapaz de separar humanos de bots.

Confía en mí, estoy mintiendo, etc.

Pese a la aparente contradicción, escribo para recomendar un libro que dudo en terminar de leer: Confía en mí, estoy mintiendo; confesiones de un manipulador de medios.

Como casi todos los libros del género no-ficción pop, está muy sobrado de páginas. Con veinte o treinta más una serie de capítulos opcionales para entretenerse con anécdotas, bastaría. La industria editorial prefiere aferrarse a la tradición que establece las dimensiones físicas mínimas de ese objeto que llamamos libro que a mantener un ratio razonable entre ideas relevantes y número de palabras. Pero ese problema endémico en todo el género no quita para que este sea un librito más recomendable que muchos otros.

Incentivos en la cola

Una empresa, un agente económico, tiene delante un mercado y puede plantearse si tratar de satisfacer a la moda o a la cola. A CocaCola no le queda otro remedio que tratar de ser inmensamente popular y gustar a todos; sin embargo, Alfonso Mejía Hostelería S.L. puede plantearse abrir un restaurante de insectos: si en una ciudad de tres millones de habitantes existe un 0.1% interesado en la empanada de coleóptero, puede vivir lindamente.