Meritocracia

Sobre el blog de Joseph Heath y cuatro asuntos breves más

I.

Perece ser que el blog de Joseph Heath, In Due Course, vuelve a estar en línea. Jesús Alfaro tiene una serie de artículos y resúmenes sobre él listados aquí.

Con el blog de Heath, además, vuelve a estar disponible esta maravilla.

II.

El capital humano se puede escindir —al menos, teóricamente— en dos: el que es puramente económico y el que no (p.e., educación, cultura, etc.). Si uno traza dos ejes, coloca a la gente sobre ellos y luego se pregunta cosas como ¿a quién votan en cada cuadrante? obtiene resultados que se detallan aquí. Allí encontrará también

Lo que las micromuertes, microbodas, etc. nos enseñan sobre la suerte y el mérito

Micromuertes

Una micromuerte es una probabilidad de uno en un millón de morirse. Es un ínfimo e infame boleto de una lotería a la que todos jugamos. No es este el sitio para abundar en el concepto porque está sobrada y estupendamente hecho en otras partes, pero se lo recomiendo a todo aquel que haya tropezado aquí con él por primera vez.

La cuestión es que aunque todos tengamos una asignación de boletos por diversos motivos, hay quienes adquieren de manera más o menos voluntariamente otros adicionales al fumar, tener una vida sedentaria, practicar determinados deportes de riesgo, comportarse de manera poco recomendable, etc. Luego, la lotería puede o no tocar en un día determinado: eso es el azar. Pero es indudable que unos hacen más méritos que otros para el premio.

El "trabajo profundo" y su relación con el "ascensor social"

Tengo piendiente leer el libro Deep work por culpa de estas notas.

Cuya lectura me hizo pensar en otro tema muy tangencial. Porque el libro parece estar dedicado a la importancia (¿hace falta subrayarla?) del trabajo profundo y de una serie de consejos y pŕacticas para poder llevarlo a cabo. Y ahí —¡nada menos!— se queda.

Pero es muy difícil poder realizar —quien lo probó lo sabe— cualquier tipo de actividad mínimamente asimilable al trabajo profundo inserto en las clases bajas. Existen muchas definiciones extrínsecas de clase baja, en función de la renta, del nivel de estudios, del código postal de la vivienda, etc. Pero la definición intrínseca —de nuevo, quien lo probó lo sabe— de clase baja es el ruido, los televisores a todo volumen, las vecinas que gritan, la excavadora que da marcha atrás, el perro que ladra y los de siempre que se llaman de todo de madrugada. En resumen, todo aquello que dificulta o imposibilita el trabajo profundo.

Tres perspectivas sobre el asunto de la meritocracia

Retomo el debate sobre la meritocracia, que ya ha aparecido en estas páginas en un par de ocasiones previas menos por gusto que por necesidad. Desgraciadamente, existe hoy en día y, al menos, en la parte del globo que habito, un preocupante debate al respecto que nos obliga a reflexionar, posicionarnos y, por supuesto, en el ámbito de nuestra esfera privada y familiar actuar en consecuencia.

Lo que quiero dejar descritas hoy son tres posturas que he identificado acerca de la meritocracia. No quiero, de todos modos, negarme a pensar que pueda haber otras o que un par de las que considero no puedan considerarse variantes o, al menos, mutuamente compatibles. Las quiero denominar postura metafísica, cuantitativa y pragmática.

Ensayo de una definición de mérito con lejanas reminiscencias termodinámicas

Vuelvo al asunto del mérito (vs suerte), que ya traté en otra ocasión, y que habrá de servirme de apoyo en una entrada futura sobre el asunto. Porque pensando sobre ella he venido a darme cuenta de que no cuento con una definición satisfactoria de mérito en las coordenadas desde las que se escriben estas páginas.

Mérito se suele contraponer a la suerte, aunque sea implícitamente, como en el siguiente fragmento (extraído del enlace anterior):

Sobre "Éxito y suerte. El mito de la meritocracia."

Acabo de terminar el libro de Robert Frank que da nombre a esta entrada y me ha apetecido dejar escritas unas líneas sobre él.

En primer lugar, hay que decir que es un libro extraño en tanto que el título que lleva lo merece solo su primera mitad. La segunda trata de otro asunto y no creo que las palabras éxito o suerte, muy frecuentes en la primera, aparezcan en más de dos o tres ocasiones en la que le sigue.

Meritocracia: deberes vs intereses

El artículo al que me refiero es ¿La tiranía del mérito?, de Gregorio Luri, publicado recientemente en la sección muy oportunamente denominada elSubjetivo de TheObjective. La entradilla que alguien eligió para el artículo, un breve fragmento del mismo extraído de su parte final, dice lo siguiente:

Nadie es merecedor ni de su dotación genética ni de la familia que lo acoge. Precisamente por eso tenemos el deber inexcusable de la solidaridad.

Se trata de una entradilla desafortunada porque desdice de lo que viene luego, tanto en contenido como en espíritu. El artículo, de hecho, es un breve resumen con unas mínimas pinceladas críticas —es tan breve que no da para más— del libro La tiranía del mérito de M. J. Sandel. La frase que rescata la entradilla forma parte de una especie de silogismo incompleto e inconsistente, como una silla de dos patas, que dice así: