Criris económicas como desajuste entre tecnología y preferencias: las consecuencias previsibles
Tiene Fischer Black una teoría sobre los ciclos económicos que puede no gustar a muchos economistas. No sé hasta qué punto se la considerará una excentricidad de esas que se toleran a los genios fuera de su ámbito de especialización: recuérdese que podría decirse que Black obtuvo —aunque no lo obtuviese— el nóbel de economía por contribuciones que no tienen que ver con aquello.
De todos modos, nunca hay que negar a priori un grano de verdad en las ideas de gente muy inteligente y sabida acerca de temas sobre los que han meditado con cierta atención.
Sostiene Black que las crisis económicas son producto de un desfase entre la tecnología y las preferencias de los consumidores. Mientras los consumidores quieran algo que la tecnología existente es capaz de ofrecerles, la economía se mantendrá sana. Pero si en un momento determinado la tecnología solo es capaz de ofrecer un producto que los consumidores no quieren —la frase anterior podría haberse redactado también invirtiendo los términos—, no puede sino producirse una crisis.
La explicación puede parecer un poco sacada de los pelos cuando se piensa en las crisis económicas más estudiadas y sobre las que tanto hemos leído desde perspectivas monetaristas, keynesianas u otras. Pero uno puede pensar en los consumidores de 1973, buscando un petróleo que escaseaba; o en los fabricantes de coches de 2021, desesperados por esos chips que demandaban los consumidores, etc. Sin embargo, la teoría resulta más esclarecedora cuando se piensa en las crisis sitémicas de las economías dirigidas: URSS, RDA, etc.
Merece la pena, pues, tenerla presente en este momento histórico en el que nos encontramos y en el que todos los indicadores apuntan a un creciente dirigismo económico. Los estados dictan cada vez más la dirección de las inversiones, cuestionan el funcionamiento de las tecnologías, alteran el sistema de precios, etc. Y el riesgo al que nos enfrentamos es que acaben diseñando una economía desajustada con respecto a las preferencias de los consumidores.
Con el resultado, probablemente, que auguraba Black: crisis.
Coda
Un corolario de la teoría de Black es que el estado, con mucha menos información sobre las preferencias de los agentes económicos, debería inmiscuirse lo menos posible en las decisiones económicas, dejándolas en mano de quienes están a pie de calle. Que es, justamente, lo contrario de lo que está ocurriendo.