De Superviventia

No sorprenderá a nadie que las primeras líneas que se escriben en este blog se refieran al apotegma cartesiano. Permítaseme recordar al lector cómo en su Discurso del Método, Descartes encuentra en esa fórmula un asidero que le permite escapar, a lo Münchhausen, del pozo de la duda metódica.

Al autor de estas líneas —y simplemente, el autor en todo lo que sigue— lo sometieron primero a un régimen de certezas míticas; luego, a la trituradora espasmódica del pensamiento crítico, que lo sumió en un marasmo relativista. Su particular idea clara y distinta que lo elevó por encima del todo vale —o, más bien, del ¿por qué no todo va a valer?— fue la de la supervivencia.

Nos tienen engañados con Platón. Nos cuentan cómo este eleva al altar supremo las virtudes de prudencia, fortaleza, templanza y/o justicia. Pero una lectura atenta de La República muestra cómo estas están supeditadas en todo momento a las de la supervivencia del estado y su reflejo en letra pequeña, que es el alma. Esas virtudes son centrales en tanto que —presuntamente— sostienen un estado ya no fuerte sino resiliente, antifrágil.

Nos tienen engañados con la constitución española. España podrá constituirse todo lo que quiera como Estado social y democrático de derecho, pero

La declaración del estado de sitio procede cuando se produzca o amenace producirse una insurrección o acto de fuerza contra la soberanía o independencia de España, su integridad territorial o el ordenamiento constitucional que no pueda resolverse con otros medios. Corresponde dictarla al Congreso de los Diputados, a iniciativa del Gobierno. La resolución aprobada debe determinar su ámbito territorial, duración —a la que la Constitución no pone límites— y condiciones y se tramitará en la forma expuesta para la autorización de prórroga del estado de alarma. El estado de sitio es la última ratio del sistema, solo aplicable cuando se estime la insuficiencia de otros medios, por cuanto, además de permitir la máxima restricción de derechos fundamentales, todos los que pueden suspenderse en el estado de excepción más las garantías jurídicas del detenido previstas en el art. 17.3, lo que deja indemne sólo el habeas corpus establecido en el art. 17.2 CE, implica una militarización de la situación de anormalidad. [Fuente]

Todo ello sin perjuicio, claro está, de la antifragilidad que el libre ejercicio de los derechos fundamentales otorga al sistema en el que operan.

La perspectiva falsacionista de la ciencia de Popper también puede interpretarse casi trivialmente desde la perspectiva de la supervivencia: las teorías científicas tienen vocación de mantenerse no falsadas; tal vez nunca merecedoras del atributo de ciertas, pero sí del de vigentes, supervivientes de la trituradora de la falsación.

Las magras citas anteriores podrían extenderse a voluntad para sostener la tesis de que el concepto de la supervivencia bulle en y subyace a una miríada de documentos históricos, ritos, prácticas culturales e higiénicas —sobre todo, entre los que han sobrevivido hasta nuestros días— en los que la supervivencia del sujeto, sea este una persona, un estado o una institución, se erige más o menos subrepticiamente como valor último.

De entre las fuentes explícitas, rescato dos. La primera, N. Taleb, que nos advierte del truísmo de que la supervivencia precede a la ciencia; o, de otro modo, que no hay ciencia sin supervivencia. Como truísmo, podría tacharse de banal, pero, ¿no estamos acaso —según muchos— actuando como si no existiese en temas tan de actualidad como el cambio climático?

El segundo es R. Dawkings, que llega a manifestar que todo cuanto somos y hacemos no es más que una envoltura material (química), cultural, moral, etc. de la que se recubren ciertas moléculas que contenemos, ciertos genes egoístas, de las que se sirven para subsistir y propagarse. Seríamos, consistiríamos en, según él, marionetas de un mecanismo de autoreplicación, ciego a cualquier otra consideración.

En cualquier caso, en estas páginas intentará el autor poner en negro sobre blanco su cosmovisión particular, empapada, como pone de manifiesto esta la primera entrada, de ese su criterio máximo.