Acerca de las contradicciones del discurso actual sobre la vivienda y algunos asuntos más relacionados con la economía
En Vengeance is mine, Scott Sumner explicita una idea operó durante mucho tiempo como una advertencia: Trump está usando poderes que el ejecutivo de los EEUU ha ido acaparado año tras año durante décadas gracias a los esfuerzos de sus rivales políticos (que ven ahora con espanto cómo se usan contra ellos).
Las políticas de Trump han sumido el mundo en el caos, pero hay que leer a Caplan en The Invisible Crash para recordar cómo políticas mucho más perniciosas se han ido adoptando a lo largo de decenios de manera mucho más subreptica y con mejores modos. Mas no por ello han resultado más beneficiosas.
Tabarrok nos recuerda cómo los principios básicos de economía, que son prácticamente ideológicos, están infravalorados y cómo operan como se espera de ellos más frecuentemente de lo que parecen.
Como no puede ser de otra manera, a NadaEsGratis (aquí) no se le pasa por la cabeza que el gasto público en educación pueda ser un efecto (y no una causa) del desarrollo económico. También han encontrado, cómo no, que la investigación pública en defensa genera desarrollo económico. Obviamente, abundando sobre la experiencia en EEUU. Pero, ¿por qué no en la de Argentina, Chile o Brasil?
Todo el mundo quiere opositar. Para tener más tiempo libre, además.
Parece que la idea loca de la New Monetary Economics de los setenta vuelve a cobrar cierta relevancia. Se trata de una teoría en la que el dinero pierde su función de depósito de riqueza porque la gente solo atesora productos financieros (p.e., bonos) y los intercambia para realizar pagos (tal vez a través de una efímera conversión en dinero tradicional).
Es entrañable que en un contexto de declive demográfico y escasez de mano de obra haya todavía economistas que sostengan que las empresas tienen poder monopsonístico.
Dos artículos sobre la impagable UE: el primero, de The Economist, pidiendo que cese la autocomplacencia de la UE (y, de paso, que no nos metamos en cómo plantan las palmeras en Indonesia); el segundo, de los Garicanos, sobre el mito del mercado único, algo sobre lo que la UE sí que debería actuar de oficio.
Cuando se habla de la vivienda en España, como aquí, se tiende a esgrimir estos dos argumentos:
- Nadie puede comprar vivienda porque está muy cara porque la economía va bien y la gente se lo puede permitir. Es como lo de aquel restaurante al que dejó de ir la gente porque siempre estaba lleno.
- El segundo, que hay motivos misteriosos e inexplicables por los que la vivienda es cara. Como si no hubiésemos visto construir PAU tras PAU en Madrid hace quince años. Sobre esto último es revelador leer lo que se cuenta de la industria de la construcción naval (sobre todo, de la de cruceros) aquí.
¿Hay un apagón estadístico en China?