¿Se puede ser (siempre) racional?

Esta es una entrada breve —que probablemente continuaré con otra igualmente breve— acerca de si podemos o no ser siempre racionales. Está lejanamente motivada, como tantas otras, por una discusión en Twitter en la que alguien afeaba a otro no saber fundamentar racionalmente la ideología de la que hacía gala.

Uno de los grandes temas de este blog es el de la interpretación de la ideología como una heurística: a falta de mayor formación e información acerca de un asunto, uno puede tirar de ideario. Es decir, de una serie de recetas precocinadas listas para ser aplicadas. Un observador externo podría juzgar como irracional dicho comportamiento; y afearlo, incluso. Como si la racionalidad fuese la piedra de toque que permite calibrar el valor preciso de todo.

La idea de heurística es, sin embargo, más amplia: aplica a las ideologías —o lo que se entiende comúnmente por ellas—, por supuesto, pero también a otros ámbitos de la conducta —o, en su sentido etimológico e, includo, estricto, la moral— más cotidianos. Usamos heurísticas para decidir qué ordenador o qué mantequilla comprar, cómo vestir en un bautizo, cómo lavarnos los dientes o cómo cocinar una tortilla de patatas. Pero nadie deja de actuar por falta de un profundo metaanálisis o sin mediar un RTC.

Vivimos en un mundo muy complejo, donde todo es difícil, plagado de trileros que tratan de darnos gato por liebre y nuestra racionalidad no puede dar de sí. Podemos desplegarla en ciertos contextos en los que estamos formados y contamos con la información adecuada, pero en el 99.9% restantes no vale de gran cosa. Frente a la abdicación de la racionalidad, quedaríamos indefensos frente a grandes ámbitos de la realidad si no contásemos con mecanismos más o menos automáticos —p.e., hacer lo que hace todo el mundo, o comprar ni el más caro ni el más barato, o,…— que son más o menos buenos pero que nos costaría justificar razonablemente, de manera deductiva a partir de primeros principios. Algún experto en alguno de esos estrechos ámbitos en los que nos movemos a golpe de automatismo podría reprocharnos nuestra irracionalidad o burlarse de nuestra candidez; pero incluso él quedaría expuesto a su propio reproche al operar en otro contexto.

Así queda pues resumida la tesis de esta entrada:

  1. Resulta materialmente imposible actuar de acuerdo con los requisitos de la racionalidad en todos los ámbitos de la vida.
  2. Luego es necesario recurrir a heurísticas que nos rescaten de la inacción.
  3. Como consecuencia, la racionalidad de las heurísticas no puede ser el criterio con que evaluarlas.

Queda pendiente la entrada, tal vez la próxima, en la que ensaye un criterio de evaluación de heurísticas.