La globalización lleva años muerta y algunos asuntos más

Hay algo que chirría mucho en el artículo Impuesto turístico ante la masificación: el caso de las Islas Baleares (y en toda la idea subyacente). No tengo muy claro qué es, pero estoy casi seguro de que hay mil maneras distintas distintas y más eficientes de afrontar el pretendido problema.

De la entrada Lo que no entienden los laboralistas (ni la gente de izquierdas en general porque los comunistas acabaron con los anarquistas) de la eliminación de los semáforos me interesa más el asunto de la extinción (ideológica y, en ocasiones, física) del pensamiento anarquista en España que el particular asunto de los semáforos, probablemente una anécdota que no merece ser elevada a categoría. España fue país de anarquistas y ya casi no queda ninguno, casi ya no queda nada.

Relacionado con la legislación (y la práctica) laboral, se pregunta The Economist cuándo veremos que bajen sensiblemente los sueldos de los teletrabajadores. Efectivamente, cada vez que los trabajadores desean mucho algo concreto, las empresas tienden a ofrecerlo a cambio de reducciones de salario. Pero no está sucediendo (aún) con el teletrabajo. ¿Será porque las empresas también se benefician de ahorros significativos?

Vivimos en tiempos de gran incertidumbre, pero los índices que la miden (e.g., el VIX), ni se enteran.

No sé qué pensar de gente que descubre un algoritmo de arbitraje en un mercado y en lugar de explotarlo y enriquecerse escribe una entrada de blog, esta: Blockchain (I): Las limitaciones del Algoritmo CPMM.

Schumpeter, nos cuenta en The Economist algo que sospechábamos: que la política de competencia tiene habitualmente una agenda oculta. Defiende la competencia, revisa la concentración empresarial, sí, pero también se encuentra subrepticiamente al servicio de otras políticas ajenas al mandato anterior.

¿Bombas en negocios de Suecia? Eso nos cuenta tambièn The Economist. Extorsión, parece ser la causa.

Paloma Llaneza escribe en El País Por qué Deepseek y Bluesky son las primeras grietas en el poder de la tecnocasta:

La verdadera emancipación digital no vendrá de la mano de pactos entre el poder político y las corporaciones tecnológicas, sino de una revolución silenciosa que ya está en marcha: la del conocimiento técnico democratizado, la transparencia radical y el control efectivo por parte de los usuarios. DeepSeek y Bluesky no son meras alternativas técnicas; representan las primeras grietas en el muro de la complejidad artificial, demostrando que la supuesta inexpugnabilidad de los sistemas complejos se desmorona cuando la innovación real desplaza a la especulación financiera, cuando la apertura vence a la opacidad, y cuando los usuarios recuperan el control que nunca debieron perder. En esta nueva batalla por la libertad digital, la simplicidad se revela como el arma más poderosa contra la tiranía de la falsa complejidad.

Los que sabemos quién es rms —entre otras cosas, pero esa es condición suficiente— nos reímos un poco. Con cierta amargura, pero nos reímos. (Estoy seguro de que la autora también sabe quién es, pero ha preferido armar un refrito de argumentos que se sabe de largo que no operan para publicar en El País, que es algo que viste mucho).

Globalization is Dead and No One is Listening es un artículo de finales de 2022, dos años antes de que Trump ganase las elecciones.

En People Barely Care About Relative Income, Bryan Caplan critica esa teoría según la cual no es el nivel económico absoluto sino el relativo —tener más que nuestros vecinos— el que produce más satisfacción. De otra manera, la gente se mudaría sistemáticamente a barrios, municipios o países más pobres en los que convertirse automáticamente en el rico del lugar.

El crecimiento económico parece estar correlacionado con la frecuencia en la que se usan palabras relacionadas con el progreso. Esa es la primera tesis de Is the west talking itself into decline?. Las otras dos son:

  • Que la relación es causal (y que la cultura tira del carro de la economía).
  • Que occidente carece actualmente de una cultura de progreso que genere entusiasmo y, de paso, deje un rastro léxico en revistas, libros y otras publicaciones.

Mientras tanto, en occidente se reduce el número de menciones a palabras tales como fat, flabby, ugly y Kipling porque a los editores de Roald Dahl les ha dado por purgar esos términos tan poco generosos de las nuevas ediciones de sus obras, según esto. Me he acordado de eso hoy al ver un set de sus libros a la venta en un centro comercial: ¿serían las versiones ñoñas?