Sobre las disonancias cognitivas del centrismo
Mencioné en una entrada previa una conferencia de Víctor Lapuente a la que asistí recientemente. Resumí el argumento principal pero dejé en el tintero un asunto al que vuelvo ahora y que motiva una reflexión específica.
Si mi yo de hace unos años hubiese asistido a dicha conferencia, habría salido escandalizado: el ponente incurrió en lo que hubiese tachado de flagrantes contradicciones lógicas. Ya no recuerdo los detalles concretos, pero defendió en momentos distintos una cosa y lo que daba la impresión de ser su contraria.
Hice, sin embargo, una interpretación caritativa. Si Lapuente dio algo por bueno y por malo a la vez, seguro que él, que no es más tonto que yo, lo habrá advertido. Y como además vive de ello y tiene más tiempo que yo para meditar esos asuntos, doy prácticamente por hecho que tiene un argumento convincente para justificarlo.
Seguramente, el argumento tendría la siguiente estructura formal:
- No existe tal cosa como la bondad y la maldad absolutas.
- Existe más bien un espectro.
- Tenemos que asumir cierto grado de maldad porque de querer erradicar toda la paja, seguro que nos desharíamos también de una buena cantidad de preciado grano.
- Por lo tanto, al discutir cuidadosamente ese tipo de cuestiones, nos es obligado recurrir a argumentos ponderativos que tengan en cuenta principios de proporcionalidad.
Por otro lado, Joseph Heath publicó recientemente Populism fast and slow, tal vez la mejor y más coherente descripción que haya leído de lo que es el populismo. Lo relaciona precisamente con la capacidad de activar el sistema 2 —el popularizado por Kahneman— para resolver esas cuestiones que al sistema 1 se le antojan contradictorias y difíciles de conciliar con el sentido común.
En resumen, se puede hacer mejor que dejarse llevar por la primera impresión y denunciar falacias. Una postura moderada va a exigir casi siempre reflexión y ponderación.