Discusiones en grado "meta"

En términos muy gruesos, cierto tipo de discusiones pueden categorizarse en dos categorías: la positiva y la meta. La siguiente imagen permite ilustrar la diferencia a la perfección:

Atajo

En una discusión positiva se criticaría a quienes toman el atajo: existe una norma casí explícita —camínese por la senda provista a tal efecto—, pero unos cuantos avispados reinterpretan o desnaturalizan lo que debe hacerse y eso, necesariamente, es cuestionable. En una discusión meta, sin embargo, uno podría comenzar cuestionando desde el principio el trazado de la senda para acabar, probablemente, justificando el uso del atajo.

Las discusiones positivas son, habitualmente, previsibles. Tienen la siguiente estructura: existe una norma, alguien la viola, ergo su conducta es reprochable —y, probablemente, del interés de la guardia civil—. Las discusiones meta son mucho más ricas y, bajo mi punto de vista, mucho más estimulantes.

Y ahora, ¿por qué he escrito esta entrada en lugar de no hacerlo? Porque tengo una sensación —a la que denomino así porque no sé hasta qué punto correlacionan con la realidad— y es que en España, particularmente en España, por motivos tal vez culturales, tendemos a quedarnos en el nivel positivo de las cosas: esto es así porque lo lleva Europa; lo hacemos de tal manera porque así lo indica la normativa; nosequién obtuvo una beca que especificaba que el trabajo había de desarrollarse presencialmente, pero se conoce que lo hizo desde otro sitio; aplicamos este método porque está publicado en tal revista científica —sin entrar a valorarlo o compararlo con nada—; etc.

Que sí, que es correcto, pero…

Coda

Participo o sigo muchas conversaciones en España y fuera de ella. Obviamente, me decanto por las que me parecen más interesantes y tal vez por eso estoy sobreexpuesto a discusiones meta fuera de ella. Tal vez de ahí la injusticia que pudiera haberle hecho a España arriba. Pero no quiero dejar pasar la ocasión para enlazar (y así también guardar la referencia a) el artículo How to think for yourself de Paul Graham, que complementa lo dicho más arriba.