Sobre la "maquinaria del gobierno"

Llevo leído como el 20% de uno de los peores libros de Joseph Heath que ha caído en mis manos: The Machinery of Government. El libro argumenta que una parte significativa de la actividad del poder ejecutivo no es exógena —impuesta sobre él por los representantes democráticos (ministros, etc.) que la dirigen nominalmente— sino endógena, producto de la iniciativa de la propia administración y, en última instancia, de funcionarios de carrera no electos. A partir de esa premisa —que no es obvia hasta que se le presta atención al asunto— comienza a construir una teoría moral y política de ese estado que es democrático en la cúspide pero tecnocrático en el resto de los escalafones. Una de las cuestiones centrales en la discusión es, pecisamente, la de los límites del poder de tal sistema burocrático.

Un caso que no pudo incluir Heath en su libro —por ser posterior en el tiempo— es el que presenta John H. Cochrane en su artículo Central bankers can be too independent. Una de las características de los estados burocráticos modernos es que delegan algunas de sus funciones en instituciones independientes que operan dentro de un ámbito concreto con amplios márgnes de discrecionalidad y sin un control directo por parte de los órganos electos, como sucede con los bancos centrales.

Pero a su vez, estas instituciones independientes tienen a veces la tentación de rebasar su ámbito de actuación, como ilustra el caso que Cochrane trae a colación: cómo el Banco Central Europeo, acogiéndose a una interpretación interesada de la redacción concreta de los términos de su mandato, se piensa legitimado para impulsar medidas como la de la lucha contra el cambio climático, para las que nadie ha reclamado su concurso. Del tenor del perspicaz artículo de Cochrane da fe el siguiente extracto:

Incluso con esa visión expansiva de su misión, ¿tiene el banco central algo parecido a la capacidad técnica para hacerlo? Los bancos centrales no vieron venir la inflación del 10% que se acercaba a toda velocidad como resultado los ingentes estímulos fiscales. Tal vez era demasiado difícil de prever y nadie podía hacerlo. Tal vez fue consecuencia de shocks de oferta, pero esos también eran visibles si salías por la puerta principal del BCE e intentabas comprar una cerveza en el Frankfurt del confinamiento. Quizás era difícil de prever. Pero si la institución no puede prever una inflación del 10% con un año de anticipación como resultado de estos grandes shocks, ¿puede alguien realmente pretender controlar el nivel de precios controlando los precios relativos, con décadas de anticipación, cambiando el clima?