El negocio de vender aceite de palma fresco como usado y otras noticias sobre economía igualmente acatarrantes

El comentarista Dispatching from the Global South proporciona un análisis bastante completo de la cuestión que plantea Alex Tabarrok aquí. Se pide comparar la regulación italiana que exige un parte médico para ir al gimnasio o correr un maratón con la del estado de Virginia que obliga a revisar el coche anualmente para poder conducirlo.

Hannah Ritchie tiene un blog, Sustainability by numbers, en el que hace lo que se espera de su nombre. Dos de las últimas entradas que he leído prestan atención a la cantidad de comida que se produce (cada vez más, a pesar de los estragos que dizque acarrea el cambio climático que vivimos) y la cantidad de gente que muere por desastres naturales, sin un patrón claro si se obvian los terremotos.

Hablando del coste mortal de la medicina ideológica, rescata Alex Tabarrok un episodio que parece eclipsado por otros análogos pero de signo contrario: de cómo en el noviembre de 2020, el comité de la CDC encargado de planificar la distribución de las primeras vacunas del covid, de todas las opciones disponibles, eligió aquella bajo la que se esperaba que muriese más gente.

Quiero pensar que, en el fondo, los autores del estudio Fibra óptica y adolescentes: un impacto silencioso en su salud mental son los que menos creen en sus conclusiones. Espero que sean lo suficientemente inteligentes como para ser conscientes de que:

  • Son los enésimos en examinar el mismo experimento natural. Desde fuera, da la impresión de que ese es el experimento natural al que recurren los investigadores sin imaginación para publicar algo.
  • Que la extensión de la banda ancha no es apenas causa de otra cosa que la de que donde no había opción de disponer de internet de alta velocidad la haya.
  • Que, en particular, la relación entre la extensión de la internet de alta velocidad y la salud mental es tan tenue, que es imposible predicar nada acerca de una relación causal. Para empezar, internet se va extendiendo por municipios pero sufren de enfermedades mentales las personas. Pero al llegar la banda ancha a un municipio, no se sabe qué personas disfrutan de ella y cuáles no. Luego no hay un nexo claro entre tratamiento y efecto. El nexo claro que exigiríamos para determinar que un tratamiento médico es efectivo —saber que, efectivamente, quienes se trataron se curaron— no existe en esta circunstancia.

Quienes quieran saber más sobre la banda ancha como causa de muchas cosas malas —aunque trata más bien sobre las miserias de la academia— deberían sin duda leer también esto.

En Let It Rip: Freedom as Grand Strategy", de Jordan Hirsch y Adam Klein, los autores sostienen una serie de argumentos ya conocidos pero no frecuentemente esgrimidos. Son que:

  • Acelerar la innovación, particularmente en IA, es fundamental para la seguridad de EEUU.
  • La innovación sin restricciones dentro del libre mercado es la estrategia más efectiva para mantener el liderazgo global, superior a los enfoques regulatorios de la UE y estatistas de China
  • Ralentizar el desarrollo de la IA por motivos prudenciales conlleva un riesgo mayor: el de verse sobrepasados por China.

En Nonzero: Trade edition, Scott Sumner argumenta que el problema de los aranceles no es que incrementen los precios y depriman el consumo puesto que el gobierno de los EEUU tendrá que incrementar los precios y deprimir el consumo mediante impuestos para sufragar el déficit y la deuda. El problema, según él, es que utilizar los aranceles para recaudar es una de las vías que más distorsiones indeseadas genera. Se lamenta, de paso, que la derecha estadounidense haya hecho suyas el desinterés por la eficiencia económica y la idea de que los mercados internacionales sean juegos de suma cero.

Escribe Matt Levine (vía, de nuevo, A. Tabarrok):

Resulta que los restaurantes, los puestos de comida callejera y los hogares de Malasia —que es “uno de los principales proveedores mundiales tanto de aceite de palma virgen como de aceite de cocina usado (UCO)”— pagan menos por aceite de cocina fresco que lo que el mercado internacional paga por el aceite usado. El aceite fresco es más útil para cocinar (sabe mejor), pero es menos útil para las refinerías y las aerolíneas que el aceite usado (no reduce su huella de carbono). Además, el aceite de cocina fresco está subsidiado por el gobierno malayo: “El aceite de cocina subsidiado se vende a RM2.50 por kg, frente al precio del UCO, que llega hasta RM4.50 por kg.” Así que si tienes un restaurante, puedes comprar aceite fresco por unos 0.60 dólares, usarlo varias veces para freír comida y luego venderlo a una refinería por un dólar, lo cual representa un pequeño subsidio para el negocio […] de administrar un restaurante.

Obviamente, el verdadero negocio está en el arbitraje a escala: comprar aceite fresco y venderlo como usado. Un negocio que es posible por las distorsiones de precios ligadas a las políticas medioambientales intervencionistas.