Complejidad regulatoria: una visión desde el desarrollo de software
Existe una moda popular en ciertos sectores ideológicos que cosiste en evaluar los efectos sobre la actividad económica de la regulación al peso. Un ejemplo de ello puede verse aquí. Se trata de un estudio en cuyas conclusiones se dice (con mi subrayado):
Nuestro análisis econométrico apunta a un efecto negativo de la complejidad regulatoria por sector en la eficiencia económica. Por ejemplo, nuestras estimaciones muestran que cada norma adicional promulgada tiende a disminuir la participación del empleo en un 0,7 por ciento. Encontramos también evidencia de una reducción significativa de la intensidad de mano de obra y del capital y menores tasas de inversión, en respuesta a una regulación más voluminosa.
Sin embargo, en el mismo documento se lee también:
Una primera pregunta que surge en este contexto es la de si la regulación tiene siempre efectos positivos sobre la economía o, dependiendo de su diseño, puede producir efectos no deseados. Por un lado, la normativa tiene como primer objetivo proporcionar información y “guías de comportamiento” a los agentes económicos, mitigando así los costes de transacción y los fallos de mercado (como es precisamente la información imperfecta, véase aquí). Sin embargo, si la regulación está mal diseñada puede generar mayores costes de transacción en vez de reducirlos. Algunos estudios previos han explotado la variación en la carga regulatoria a nivel de país mostrando que mejorar el diseño de la regulación del peor al mejor cuantil puede aumentar la tasa de crecimiento del PIB hasta en 2 puntos porcentuales.
Que viene a ser una reformulación de lo dicho previamente en este blog.
El autor concede que, en primera aproximación, es racionalmente sostenible una relación inversa entre volumen regulatorio y eficiencia económica. Es sobradamente conocida la motivación de mucha de la actual legislación: no trata tanto de fomentar la eficiencia económica sino tratar de salvaguardar ciertos pretendidos derechos de algunos grupos, preservar a ciertos agentes económicos de los rigores de la competencia, blindar privilegios de grupos con elevado poder de negociación, etc.
La visión alternativa sobre el asunto de la regulación es la del desarrollador de software. Existen vínculos muy importantes entre la regulación y el software: mucha de la regulación existente acaba siendo aplicada por programas que implementan sobre silicio la lista anidada de estructuras if-then-else en las que, en en fondo, abstractamente, consiste una norma.
Pero en el mundo de la ingeniería del software, más líneas de código no suele ser considerado malo sino, más bien, lo contrario. Que cierto componente contenga 150k líneas de código es generalmente interpretado como una medida de su calidad y sofisticación. Cuando se publica una actualización de software —que casi siempre implica un incremento en el tamaño de los ficheros ejecutables— habrá quien lo considere una molestia o un riesgo —que lo es—, pero generalmente uno espera que el nuevo código funcione mejor que el anterior.
Visto desde esta nueva perspectiva, existe un motivo para el optimismo regulatorio: entender que, al menos, potencialmente, una mayor complejidad —medida al peso o en el equivalente a líneas de código— no tiene por qué servir necesariamente para perjudicar la eficiencia económica sino, tal vez, para justo lo contrario.