Necesitamos entrenar y mejorar nuestros prejuicios

Participé recientemente en una reunión de un club de lectura racionalista en el que se discutieron los dos primeros capítulos del libro Superforecasting. El segundo discute, entre otras cosas, los sistemas 1 y 2 de pensamiento que popularizó Kahneman en su famoso libro Thinking, Fast and Slow.

El sistema 1 tiene bastante mala prensa: es rápido, intuitivo, irreflexivo. En una lectura superficial de los dos libros anteriores, parecería que existe una recomendación explícita de tratar de evitar razonamientos y decisiones basadas en el sistema 1 y hacer un esfuerzo permanente por activar el sistema 2. Sin embargo, esta recomendación tiene las patas cortas; por su propia naturaleza, el sistema 2 no puede ser activado tan a menudo como sería deseable: es lento, consume mucha energía y produce fatiga. Estamos abocados a recurrir al sistema 1: no podemos reemplazarlo.

(Sucede algo parecido con los LLMs: algunos razonan mucho mejor que otros pero son, también, más caros y lentos. En una aplicación concreta, es recomendable segmentar las tareas y dirigir las más sofisticadas a los LLMs más poderosos —el sistema 2— pero delegar otras más simples en los más rápidos y económicos —el sistema 1—. Un sistema así construido sería mucho más rápido y barato que otro que hiciese uso únicamente de los LLMs más punteros.)

Lo que no aparece discutido en Superforecasting (y, probablemente, tampoco en Thinking, Fast and Slow, aunque mi memoria no pueda garantizarlo ahora) es una cuestión aneja: ¿podemos mejorar nuestro sistema 1 para que cada vez opere más eficazmente? La pregunta es retórica, por supuesto: un médico tiene intuiciones mucho más ajustadas a la verdad apenas ve la cara del paciente y una somera descripción de sus síntomas que cualquier otra persona. Precisamente, porque ha pasado años —en la facultad primero, en la consulta, luego— afinando su sistema 1 (admitido: entre otras cosas).

También podemos y debemos nosotros.