Salvando. tal vez, al homo economicus

Lo del homo economicus siempre ha sido un mito. Pero léase (¡lease!) esto.

El mito/modelo del homo economicus se dio por bueno durante mucho tiempo. Pero hoy está, sorprendentemente, en cuestión; véase esto como ejemplo de e introducción a una extensa literatura fácilmente resumible.

Es sorprendente la irracionalidad del ser humano en lo relativo a la gestión económica de sus asuntos es conocida desde siempre: toda una industria, la publicidad, está construida sobre esa premisa. Retrotrayéndonos, solo ella justifica el éxito de los sofistas y la inquina que parecieron profesarles los caros Sócrates y Platón.

Hay un libro reciente de Jonathan Haidt, The Righteous Mind que abunda bajo otra perspectiva en la tesis anterior. Pero que en una esquinita trae un párrafo revelador:

I’m not saying we should all stop reasoning and go with our gut feelings. Gut feelings are sometimes better guides than reasoning for making consumer choices and interpersonal judgments, but they are often disastrous as a basis for public policy, science, and law. Rather, what I’m saying is that we must be wary of any individual’s ability to reason. […] Each individual reasoner is really good at one thing: finding evidence to support the position he or she already holds, usually for intuitive reasons. We should not expect individuals to produce good, open-minded, truth-seeking reasoning, particularly when self-interest or reputational concerns are in play. But if you put individuals together in the right way, such that some individuals can use their reasoning powers to disconfirm the claims of others, and all individuals feel some common bond or shared fate that allows them to interact civilly, you can create a group that ends up producing good reasoning as an emergent property of the social system.

Es decir, un comportamiento racional, un agente económico puede surgir (y no solo puede si no que es obvio que lo hace) a través del concurso interesado de varios agentes imperfectamente racionales.

Termino con varias notas.

  • La primera es que no se me escapa que la erosión del concepto de homo economicus no se hace desde posiciones científicas (¡es obvio que no existía como tal!) sino, más bien, éticas.
  • La segunda es que en el estudio de los problemas que uno piensa que está concentrada la ciencia económica operan fundamentalmente agentes que uno piensa que actúan de manera racional: el funcionamiento mercado eléctrico, las subastas de espectro de frecuencia, la predisposición de los bancos a prestar —y su efecto o no en la inflación, etc.
  • La tercera y última es un elemento de sospecha: si al final no existe un homo economicus sino una serie de agentes seudorracionales que actúan por instintos y sensaciones circunstanciales, ¿tiene futuro la democracia tal como la pensamos?