Indicios de que "lo del cambio climático" es una tomadura de pelo

Vaya por delante que el autor de estas páginas no es lo que ha venido a denominarse un negacionista del cambio climático sino, más bien, un observador con cierto interés en lo que ocurre. Pero este observador tiene motivos para descontar el potencial efecto de eso en lo que, efectivamente, cree —aunque con diferencias de grado con respecto a muchos ortodoxos—.

Cuando hay una guerra o una hambruna, todos los recursos se dirigen de la manera más eficientemente posible a solucionar ese gran, casi único problema. Si el del cambio climático fuese un problema comparable, todos nuestros recursos irían dirigidos a mitigar sus causas y efectos.

—Claro, ¿pero no es eso lo que ya hacemos?

Sí y no. Se gasta mucho dinero pero la forma dista mucho de ser la que se entendería por más eficiente.

Si las emisiones de CO2 son un problema global, habría que usar cada euro disponible para reducirlas allí donde más dé de sí.

—Pero, ¿no es así?

La verdad es que no. No hay más que echarle un vistazo a los tejados en Alemania: fotovoltaica por todas partes. ¿No estarían mejor empleadas esas placas en, p.e., Argelia?

—Ya, ¿pero y la seguridad energética?

Vale, pero concedamos que se trata de una objeción de segundo orden (comparada con la del cambio climático, claro). Pero, afortunadamente, son objetivos que, en cierta medida, pueden lograrse simultáneamente: cada MWh solar producido en Argelia desplaza una cierta cantidad de gas que puede después exportarse a Alemania. Es cierto que una inversión de X euros energía fotovoltaica en Alemania reemplazaría el consumo de cierta cantidad de gas (tomado el mundo en conjunto), pero esa misma inversión en Argelia desplazaría una cantidad mayor. El gas liberado así en Argelia podría ser después exportado y consumido en Alemania.

—Vale, entonces, ¿por qué crees que no se hace así?

Ni idea. Me entretengo a veces sopesando distintas teorías. La más rocambolesca de todas ellas es que detrás las actitudes frente al cambio climático hay una suerte de neorreligión (de ahí que se crea o no en él y que los escépticos sean tan maltratados socialmente como aquellos personajes de La Regenta que se reunían los viernes de cuaresma a comer carne). Las religiones se alimentan, entre otras cosas, de sacramentos y liturgias, actos externos, en los que se señala devoción. ¿Y qué no es más visible que una aparatosa instalación fotovoltaica en un tejado? De ser cierta mi teoría, podría observarse un mucho menor entusiasmo en medidas invisibles, privadas, como cocer la pasta con muy poca agua, mantener la casa a menos de diez grados en invierno, etc. que exigen gran esfuerzo personal pero que concitan muy escaso reconocimiento del prójimo. Pero uno pudiera estar, como con todo, como tantas veces, en el lado malo de la línea que separa lo que es cierto de lo que no.