La ciencia se hace; la tecnología se aprende

La visión generalmente aceptada es la contraria: que la ciencia es eminentemente conceptual y la tecnología, práctica. Pero esa concepción puede conducir a engaños. Por ejemplo, uno puede argumentar: si X es una ciencia y yo sé —o estudio, o estoy aprendiendo, o uso— X, entonces yo soy un científico. Pero no, puede que no seas más que un técnico (o un tecnólogo).

Alguien puede trabajar como estadístico: recopila datos, realiza análisis, crea informes. ¿Es un científico? Pudiera serlo (en el ámbito en el que trabaja, p.e., la biología), pero, ¿sería un estadístico científico? Hacía ciencia estadística R. Fisher cuando demostraba las propiedades de la estimación por máxima verosimilitud, las discutía con sus colegas, las recogía en artículos y libros y las publicaba. Pero, ¿es eso lo que hace nuestro estadístico?

¿Es eso, mutatis mutandis, lo que hacen la inmensa mayoría de nuestros matemáticos, físicos, químicos, biólogos y médicos? No, no hacen ciencia. No hacen nada parecido a lo que hicieron los autores de los conceptos que aparecen en los libros de los que aprendieron. Son técnicos —y con suerte, tecnólogos— de una disciplina que estudiaron.

Hace un tiempo, las disciplinas universitarias tenían nombres como sociología, matemáticas, biología o filología. Uno, al estudiarlas, se convertía en sociólogo, matemático, biólogo o filólogo. Hoy abundan las ciencias de: la de datos, las humanas, las de la computación, etc. Parecería que aprenderlas convertiría a sus estudiosos en científicos de la cosa y no son pocos los que se autodescriben como, p.e., computer scientists sin llamarse Donald Knuth. Tal abuso del lenguaje conduce a la confusión que la gran y luminosa verdad que contiene esta entrada erradicará de la faz de la tierra inmediata y definitivamente.