Claves para leer "Contra la igualdad de oportunidades"

GPT-3 es una enorme red neuronal capaz de producir textos de muy alta calidad a partir de una serie de apuntes (prompts). Por ejemplo, enfrentado al apunte

In a shocking finding, scientist discovered a herd of unicorns living in a remote, previously unexplored valley, in the Andes Mountains. Even more surprising to the researchers was the fact that the unicorns spoke perfect English.

GPT-3 produjo automáticamente el texto

They also were found to have perfectly coiffed hair, and wore what appeared to be Dior makeup.

“We were shocked to discover the unicorns,” said anthropologist Daniel St. Maurice. “They were like nothing we had ever seen before. We had heard legends of the unicorns, but never thought they actually existed.”

When the scientists first arrived in the valley, the unicorns were surprised and startled by the presence of humans, but were also excited. The unicorns welcomed the researchers and explained that they had been waiting for them for a very long time.

“The unicorns said that they had been waiting for us for a very long time,” said Dr. St. Maurice. “They said they had always known that humans would eventually discover them, but that they had also always known that humans would be too stupid to realize the unicorns had been waiting for them.”

The unicorns told the scientists that they had left the valley to explore the world, but that after years of traveling the world, they found humans to be incredibly stupid and decided to return to the valley to live in peace.

“We were shocked,” said Dr. St. Maurice. “We had no idea that the unicorns had been waiting for us. We also had no idea that unicorns were capable of speech. It was a truly magical moment.”

The unicorns said that they had long ago become tired of humans, but that they were excited to learn about the progress that had been made in the last 100 years.

“They were also disappointed to learn that in the past 100 years, we had not discovered the cure for cancer,” said Dr. St. Maurice. “They also seemed shocked that we were still fighting in wars.”

After a day of interacting with the unicorns, the scientists were eager to return to civilization and tell everyone about their amazing discovery. However, the unicorns had other plans.

“We wanted to return to civilization to tell everyone about the unicorns, but the unicorns refused to let us leave,” said Dr. St. Maurice. “They said they were very disappointed that we were so stupid and that we had wasted our lives on Earth.”

The unicorns then asked the scientists to help them kill all of the humans on Earth. The scientists agreed, saying that they were […]

Leyendo el texto de César Rendueles me preguntaba cuál podría haber sido ese apunte mínimo a partir del cuál se desarrollasen las 220 páginas del autodenominado panfleto igualitarista. A mi juicio, son dos:

  1. Los seres humanos tenemos una inclinación natural, biológica e innata a la igualdad.
  2. Los seres humanos somos más felices (y vivimos más y mejor) en sociedades igualitaristas.

Entendiendo en ambos casos igualdad por igualdad no exclusiva pero particular y muy importantemente, material.

El libro consiste en una hilación de justificaciones y corolarios de esos dos postulados. Por ejemplo, con respecto a la justificación de la inclinación a la igualdad de la especie humana se citan evidencias más o menos anecdóticas, como nuestra similitud con los bonobos, cuyas sociedades son menos jerárquicas que las de los chimpancés y otras especies de primates similares a nuestra especie; o los estudios realizados sobre ciertas tribus ancladas aún en la edad de piedra; o un par de estudios realizados con niños a los que se premiaba con caramelos según su comportamiento presuntamente pro o anti igualitario. Significativamente, que ninguna civilización de la que el autor (de estas líneas) tenga noticia haya sido igualitaria no parece obstar.

Sobre las bondades de la igualdad en diversas esferas de la vida también recopila una serie de evidencias que parecen extraídas del hipotético Cambridge Historical Comprehensive Dictionary of Statistical Fallacies: el caso de Roseto, que si los actores con el óscar (o los científicos con el nobel) viven más años que el resto, etc. Son todas sistemáticamente evidencias que consideramos (el nosotros, aquí, se refiere a los miembros del gremio al que pertenece el autor de estas líneas) parte de un canon de inferencias torcidas. Pero Rendueles parece haber hecho suya una versión cutre del anything goes feyerabeandiano.

Sospecho que si alguna vez el Cambridge Historical Comprehensive Dictionary of Statistical Fallacies llegase a ver la luz, podrían construirse muy promisorias carreras académicas en el ámbito de la sociología, las ciencias políticas y tal vez, incluso, la filosofía, construyendo hipótesis biensonantes sostenidas por seudoevidencias sobradamente desacreditadas.

Se le abona al autor, en todo caso, su valentía en defender, contra la actual corriente en boga, cierta dosis de biologicismo en sus argumentos. Qué duda cabe que condicionado por su condición de multipadre no totalmente ciego a la evidencia constante del comportamiento de las criaturas. Pero es desasosegador —más aún, teniendo descendencia a su cargo— cómo abandona cualquier tipo de criterio prudencial para propugnar cambios sociales radicales sobre una evidencia frágil y desatando el nudo gordiano de la causalidad con un tajo de dos líneas:

No estamos muy seguros de cómo ocurre esto. Es como si la desigualdad se nos metiera en los huesos.

Pongamos, sostiene, la sociedad patas arriba aunque no sepamos muy bien por qué; pongámosla patas arriba no vaya a ser que se nos haya metido algo indeseable en los huesos. Y así.

¿Y si resulta que al final de este camino nos tropezamos con algo peor? Es una posibilidad inexplorada en el libro.

La igualdad no es el destino, sino el camino, dice. En el libro se ofrecen algunas estampas de lo que veríamos a izquierda y derecha mientras lo transitásemos colectivamente. Visto en clave subjetiva, asumiríamos todos a través de procesos deliberativos que es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, expropiar la mayor parte de lo que he acumulado desde que comencé a trabajar y mi propia actividad laboral —la mía en particular— quedaría extinguida. Supongo que el estado me proveería de algún tipo de ocupación digna y, como a todos, me correspondería mi parte alícuota de aquellas tareas particularmente penosas que es injusto que un colectivo asuma en exclusividad, que habrían de ser repartidas de forma obligatoria entre toda la población.

Juntas todas esas estampas, haría falta retorcer hasta lo indecible el DRAE para poder llamar utopía al resultado.

No puedo dejar de mencionar esta frase de Joseph Heath (fuente):

I once suggested, after having seen Klein and Lewis’s film on worker cooperatives, that they should have spent less time chasing the smell of tear gas and more time reading in the library.

Se refería específicamente a que en la biblioteca, Naomi Klein habría podido consultar toda la literatura disponible sobre cómo y por qué fracasan las cooperativas. Es el mismo ejercicio crítico que recomiendo aplicar al autor del libro sobre todos y cada uno de los asuntos que tan ligera y sesgadamente trata.