La parábola de la ventana no rota

La parábola de la ventana rota fue formulada por Bastiat en 1850. La Wikipedia (aquí) la resume así:

Bastiat pone el ejemplo de un niño que rompe el cristal de un comercio. Al principio, todo el mundo simpatiza con el comerciante, pero pronto empiezan a sugerir que el cristal roto beneficia al cristalero, que comprará pan con ese beneficio, beneficiando al panadero, quien comprará zapatos, beneficiando al zapatero, etc. Finalmente la gente llega a la conclusión de que el niño no es culpable de vandalismo, sino que ha hecho un favor a la sociedad, creando beneficio para toda la industria.

Sin embargo:

La falacia de este razonamiento, según Bastiat, consiste en que se consideran los beneficios del cristal roto, pero se ignoran los costes escondidos; el comerciante está obligado a comprar una ventana nueva, cuando quizás fuera a comprar pan beneficiando al panadero. Al final, mirando el conjunto de la industria, se ha perdido el valor de un cristal, llegando Bastiat a la conclusión de que «la sociedad pierde el valor de los objetos inútilmente destruidos» y que «la destrucción no es beneficio».

Una versión moderna y burda de esta parábola es la de aquellos operarios que, en palabras de un testigo ocular conocido mío, llegaron un buen día a una calle medio vacía con la furgoneta, sacaron de ella una maza, destrozaron una señal de tráfico, la fotografiaron, la arreglaron con cemento y cariño, la volvieron a fotografiar en toda su derechura y se largaron muy fehacientemente.

Sin embargo, la versión moderna más refinada de esta paradoja consiste en convencer a muchos de que una ventana en perfecto estado está rota. Sobra la piedra, sobra la maza: basta la la palabra del cristalero.