¿"Resolverá" la inmigración el "problema" de las pensiones?

I.

Esta es una entrada que versa sobre la sostenibilidad de las pensiones. Se centra en las contributivas, las normales, dejando de lado otras cosas que se llaman pensiones pero que ameritan un tratamiento distinto y específico.

Por centrar ideas, trata de aquellas pensiones que se financian a partir de las contribuciones de los trabajadores, ese 28.3% del salario —para los autónomos funciona de otra manera distinta en la que no se abundará— que va a parar a la Seguridad Social mensualmente.

II.

Lo que se cuenta aplica a la España de hoy, pero puede extrapolarse a otros países y otros sistemas que no sean, como el español, de reparto, cambiando únicamente ciertos aspectos no cruciales del razonamiento.

III.

Este apartado discute el problema esencial de aqueja a las pensiones españolas hoy en día. Si tomamos a un cotizante cualquiera y ponemos en un platillo de la balanza sus contribuciones al sistema —debidamente descontadas— y en el otro los pagos que recibirá, puede pasar cualquier cosa. PUede que el cotizante fallezca antes de los 65 y la balanza se escore del lado del ahorro excesivo; puede que viva hasta los 100 años y la balanza indique lo contrario; etc.

En realidad, lo anterior es un mero ejercicio mental que exigiría de una presciencia que no tenemos para poder sopesar la contribución neta de un individuo cualquiera. Pero es posible agregar, dejar operar la ley de los grandes números y utilizar tablas actuariales de supervivencia para llegar a la conclusión de que en promedio, un cotizante aporta menos de lo que recibe.

Dicho de otra manera, aunque para cada cotizante en particular no se pueda calcular la contribución neta, sí que es posible hacerlo para bolsas de mil, diez mil, un millón, todos los cotizantes. Y el resultado es negativo.

Es decir, cada cotizante puede considerarse un pasivo para la Seguridad Social. Esto será importante para lo que sigue.

IV.

En la sección anterior se ha procedido del individuo a la totalidad sin solución de continuidad. Pero es posible —tabla de supervivencia específica en mano— realizar el mismo cómputo en determinados segmentos poblacionales: hombres y mujeres; grandes y bajas cotizaciones; obesos y no obesos, etc.

Podría resultar —y no lo sé— que los obesos resultasen activos para la Seguridad Social, es decir, que como clase, contribuyesen más de lo que después habrían de recibir por aquello de que tienen una menor esperanza de vida.

V.

Así expuesto, el problema fundamental de las pensiones no es el del ratio entre pensionistas y cotizantes. Este ratio plantea un problema de liquidez, pero no de solvencia. La solvencia del sistema tiene que ver con la balanza antes mencionada, que debería mantenerse en equilibrio.

Es decir, no es un problema inter-cotizantes —en la medida en que unos pagan las pensiones de otros— sino intra-cotizantes: cada cotizante debería, en promedio, tener la balanza equilibrada.

La balanza, que algún día estuvo en equilibrio, se desequilibró por un motivo: el alargamiento de la esperanza de vida: en el platillo del debe han ido cayendo cada vez más mensualidades.

Para reequilibrar la balanza, solo existen tres opciones (dentro de lo razonable, por supuesto):

  1. Se reduce el tamaño de las mensualidades del debe.
  2. Se aumenta el tamaño de las mensualidades del haber.
  3. Se reequilibra el número de mensualidades de uno y otro lado (i.e., se retrasa la edad de jubilación).

Hay otras, algunas de las cuales se reducen a alguna de las anteriores. Por ejemplo, suplementar el platillo del haber con impuestos. Pero esos impuestos acaban siendo pagados en última instancia por los contribuyentes, de tal manera que ese incremento de los impuestos no dejarían de ser cotizaciones disfrazadas sin derecho a incrementar las prestaciones futuras.

Tendría la, para muchos, ventaja de aumentar la progresividad del sistema, pero habría que ver cuántos de los españoles más capaces del futuro querrían voluntariamente someterse a tal yugo estando tan a la mano planificar una vida mejor fuera.

VI.

Se fía popularmente la sostenibilidad del sistema al incremento de la población y, en particular, dado que la natalidad ni está ni se las espera, a la llegada masiva de inmigrantes.

Pero esa no es la solución al problema de la solvencia. Cada inmigrante se convertirá en un pasivo semoviente de la Seguridad Social. La contribución neta intertemporal de esa masa de inmigrantes será negativa salvo que se reequilibre la balanza.

La llegada de inmigrantes serviría, a lo sumo, para hacer frente a un problema de liquidez temporal: afrontar el pago de las pensiones de esa generación nacida entre 1960 y 1975. Pero sin reequilibrio, será únicamente el proverbial hambre para mañana.