La distópica economía del campo de refugiados de Dzaleka y algunas otras notas sobre economía
Comienzo con cuatro artículos que tratan, sobre todo, del Reino Unido pero con lecciones fácilmente extrapolables a otros países:
- En The breaking of Britain’s National Grid se discuten los problemas que acarrea la red eléctrica de ese país. Es cierto que tiene que readaptarse a un mundo en el que la generación ha cambiado: ya no es un sistema centralizado alrededor de grandes plantas de carbón. Tiene también que integrar la producción renovable, que en el RU se concentra en regiones remotas, alejadas de los grandes centros de consumo. Pero el artículo omite discutir el gran problema: que los precios de la electricidad están distorsionados y no reflejan la realidad material del mercado. ¿No es obvio, artículo en mano, que mucha industria electrointensiva debería moverse a donde está actualmente la generación? ¿Pero qué incentivo tendría si los precios son iguales por doquier?
- Este otro artículo, Britain’s government has entered the steel industry with no plan, tiene ecos entrañables de los setenta. No funcionará, obviamente.
- En Britain’s worklessness disaster se trata el hecho de que cada vez hay más trabajadores afectados por bajas de todo tipo. Además, apunta una de las causas: que la gente, hoy en día, está más avisada sobre los mecanismos para conseguir todo tipo de beneficios exprimiendo al máximo el estado del bienestar y el papel que TikTok y otras redes sociales similares juegan al respecto. Cosa de la que ya traté en Tiktok contra el estado del bienestar.
- HENRY significa high earner not rich yet y en Who will speak for Henry? The Economist discute cuántos son, su importancia económica, cómo son maltratados —sobre todo, fiscalmente— por el gobierno y qué consecuencias puede eso traer en el medio plazo, conforme la conducta de los agentes involucrados vaya haciendo converger el estado de las cosas hacia su equilibrio previsible.
En Shrinking Hierarchy, David Friedman especula que —en parte, gracias a la IA— no necesitaremos estructuras productivas tan complejas como antaño. Hay mucha teoría de por qué tenemos grandes empresas en lugar de una tupida red de contratos entre trabajadores autónomos y la respuesta a esa pregunta tiene que ver con la complejidad de la coordinación de todas las interacciones. Pero la tecnología ha resuelto parcialmente este problema. Así, el autor escribe: