La disidencia, ¿"bug" o "feature"?
Esta entrada es producto de unas reflexiones que me vinieron a la cabeza el otro día mientras un par de antivacunas se explicaban larga y redundantemente.
No era gente estúpida —ambos eran físicos, uno de ellos doctor— pero como los argumentos —ya sabemos que el logos no es la mula sino el carro, ¿no?— me aburrían, me entretuve ponderando la siguiente hipótesis, que convengo, es altamente hipotética.
Sabemos, y ya nos lo dijo Aristóteles, que somos animales políticos (o sociales).Pero lo que nadie ha dicho es que seamos animales gregarios. Tal vez porque somos empíricamente conscientes de que cada vez que se ha puesto encima de la mesa un asunto con expectativas de universalidad —piénsese: el heliocentrismo, la redondez de la tierra, la exquisitez del jamón serrano, la inmaculada concepción de María, el geocentrismo, el comunismo, la evolución, la inocuidad del 5G, la vacuna del sarampión, el progreso, etc.— un porcentaje minoritario pero significativo de la población ha enarbolado inopinadamente el pendón de la disidencia.