"Claro es que la realidad posee dureza sobrada para resistir los embates de las ideas."
Así las gasta Ortega aquí.
Así las gasta Ortega aquí.
Trae The Economist un artículo muy largo sobre la decadencia del New York Times. Lo firma el antiguo director de la sección de opinión del mismo, que fue destituido por haber permitido la publicación de una pieza de un congresista republicano, muy contraria, al parecer, a los gustos políticos de la redacción y la audiencia.
El artículo se resume en el siguiente extracto:
Los periodistas no liberales no buscan lograr la justicia social como un efecto secundario de perseguir la verdad; quieren perseguirla directamente. El término objetividad para ellos es un código para ignorar a los pobres y débiles y acercarse a aquellos en el poder.
Recojo aquí, movido por interés principalmente (auto) mnemotécnico, una idea que expone Scott Alexander en We’re Not Platonists, We’ve Just Learned The Bitter Lesson.
En su argumentación, que no viene al caso, habla de cómo entender los conceptos, en qué consisten por ejemplo, la inteligencia, la fuerza, la valentía, etc.
(Y no sé hasta dónde se puede llegar con su argumento: todavía no he pensado la cuestión suficientemente como para tener claro si se puede extender a triángulo, Venus o gripe.)
Hoy quiero resumir el argumento fundamental de Trapped by Philosophy’s worst features más por su interés que por mi grado de acuerdo con él. También quiero establecer algunos paralelismos con otros asuntos más allá de lo que trata el artículo.
El texto trata de explicar el estado actual de la filosofía a partir del siguiente esquema:
Como consecuencia de lo anterior, el artículo sugiere desatender la influencia de los filósofos en el actual debate y evitar así los problemas que ciertos desatinos filosóficos están causando en diversas áreas como la política, la ética, la educación, etc.
En tanto que los mitos asumen el papel de interpretar el mundo, sus efectos pueden ser diversos. Hay mitos luminosos y esclarecedores. Hay mitos ambiguos o claroscuros. Y mitos oscurantistas y confusionarios.
Dicen que dijo G. Box:
All models are wrong, but some are useful.
¿NO vienen a decir, en el fondo, lo mismo?
Dos echan algo a suertes, a cara o cruz. Uno toma una moneda, la deposita sobre la palma de la mano, la empuja suavemente hacia arriba, la moneda asciende apenas dos centímetros y, sin llegar a rotar, cae otra vez sobre la palma en la misma posición de partida. Difícilmente podría aceptarse el resultado.
Uno querría ver la moneda trazar un arco suficiente y constatar que rota cierto número de veces en el aire. En definitiva, uno querría asegurarse que se rompe la influencia de las condiciones iniciales en las que fue lanzada en la moneda sobre el resultado final.
En una esquina, Ortega (y Gasset), con su aforismo yo soy yo y mi circunstancia (que no merece la pena desarrollar aquí).
En la otra, Rawls y su velo de ignorancia. Que es una antítesis del principio orteguiano y que viene a decir que solo despojándose de las circunstancias particulares —ignorándolas o situándose detrás de un velo que impida conocerlas— puede uno llegar a tomar decisiones justas.
Así las cosas, un somero repaso de la prensa nos enseña que Rawls apenas le aguanta dos asaltos a Ortega. Siempre acaba besando la lona.
Utilitarismo y paretianismo (no volveré a marcarlo en lo sucesivo) son dos criterios de aceptabilidad de una determinada medida. Pero nada mejor para entenderlos y compararlos que la siguiente gráfica (extraída de un libro de Joseph Heath que no viene al caso):
Creo que lo dice todo. Pero para que no haya lugar a dudas, lo que sigue.
El cuadrante que muestra la figura muestra potenciales estados del mundo. Sus coordenadas en los ejes X e Y muestran la utilidad de dicho estado para los jugadores 1 y 2. La situación actual está representada por el punto grueso (llámese $x_0$), que determina utilidades $U_1(x_0)$ y $U_2(x_0)$ para los jugadores 1 y 2.
El descriptivismo está de moda. El prescritivismo (o normativismo) se contempla con recelo.
El descriptivismo es entretenido. Puede considerarse una afición emparentada con la entomología o la filatelia. Consiste en coleccionar especímenes —cuanto más exóticos, mejor— y pincharlos sobre un corcho con un alfilerito. Tiene, por supuesto, una componente política y moral muy vecina de lo posmo. Pero no quiero abundar ahora en ella.
En esta entrada quiero romper una lanza en favor del prescritivismo desde un punto de vista inhabitual: el de la teoria de juegos. El estudio de la comunicación y el lenguaje se ha estudiado desde muchas perspectivas, pero una de las menos frecuentes es la económica.
Las ideas importantes, para ser verdaderamente operativas, tienen que cristalizar en el lenguaje: tenemos que poder referirnos a ellas con un nombre inequívoco, con una expresión breve. Las perífrasis y los abundamientos llenos de palabras no sirven, no son tan eficaces.
Uno de los problemas más graves que nos aquejan es el de la habitual confusión entre correlación y causalidad. Lo típico, como es bien conocido, consiste en confundir la primera con la segunda. Sin embargo, la expresión correlación no implica causalidad es insuficiente: hace relación a un distingo abstracto. En particular, no nos informa sobre qué conviene hacer y, muy especialmente, no nos advierte de las consecuencias del error. Consecuencias que se ven por doquier en nuestras sociedades actuales, tan proclives a las intervenciones, y sobre las que es ocioso abundar.
Esta entrada tercia en el conflicto de posturas entre Sokal y Latour que el primero, junto con su coautor, describe en Fashionable Nonsense: Postmodern Intellectuals’ Abuse of Science. En realidad, se enzarzan en dos capítulos distintos del libro, aunque para los efectos de esta entrada, el conflicto relevante es el que se describe en el capítulo dedicado a la sociología de la ciencia. Voy a comenzar con una breve semblanza de los dos protagonistas.
El ocasionalismo es una doctrina filosófica que no encuentra otra solución a que las cosas ocurran que el que esté Dios constantemente causándolas:
Malebranche, in contrast, denied all causal powers to creatures, including the intra-substantial powers endorsed by Leibniz. For Malebranche, even the internal states of a creature are mere occasions for God to bring about the relevant subsequent states. (Fuente)
Todo lo que vemos, según los ocasionalistas, son es el resultado de una miríada micromilagros divinos constantes.